Ella era mi salvación.
Lo fue durante toda la campaña, lo fue entre el miedo y la sangre y el ruido de la artilleria. Lo fue entre mutilados y asesinados, entre el horror elevado a su máxima potencia...
Ella era mi salvación.
En aquel tren que me devolvía a vuestra ciudad, a la inminencia de un ascenso, de honores y reconocimientos. Entre la borrachera del éxito y el peligro de envanecerme, era ella quien iba a gritarme al oído "Recuerda que sólo eres un hombre".También en eso, ella era mi salvación.
Quiero contarte como fue, estés en donde estés. Quiero que sepas qué hay entre nosotros y que ella está bien... y... y yo... yo...Yo te pido perdón por ser dichoso.
Aquella tarde, ansiosos sus ojos, luchaban a muerte contra la desesperanza, aferrándose a la ilusión de verte, pese a todo. Era como quien aguarda un milagro...
Los míos se iluminaron al descubir en el andén su figura, más frágil aún de como la recordaba... ¡No veía el momento de bajar del tren y de abrazarla! Pero debía atender las interminables tareas que mi nuevo rango militar conllevaba.
Antes de estrecharla entre mis brazos, debía expresar mis condolencias a padres, madres, hermanos, hijos, esposas, novias...
Eso equivale a experimentar el terrible vacío de las palabras, la ineficacia de los lugares comunes, el sinsentido de todas las razones que llevan a un hombre a empuñar sus armas contra otro.Incluso "legítima defensa" era la palabra más maloliente, más parecida a una cloaca...
Y sus ojos...
Y sus oídos...
Todas las palabras dichas a las viudas iban para ella.
Yo hablaba y la miraba, y nuestros ojos sonreian pese a todo.
Pero siempre había alguien más con quien yo debía hablar, un soldado caido más, rememorado en unas frases de ¿Consuelo? dichas a un familiar compungido...
Y sus ojos de nuevo...
Y sus oídos...
Soy hombre de pocas palabras, tú siempre te has reído de mí por eso, pero... ¿Sabes? Cuando por fin la abrazé... ¡Tan menuda contra mi pecho! Cuando pronuncie flojito su nombre...¡Esa extraña mezcla de sonidos que la conjuran! Cuando le besé la frente... Me sentí el mas miserable de los hombres y también, te lo confieso, el más afortunado.
No imaginas el alboroto que había alrededor, las interminables interrupciones... ¡Esa pregunta no formulada! ¡Esa respuesta que me arañaba la garganta como un ácido corrosivo! Mientras manos anónimas buscando las mías para estrecharlas... Parabienes...
Y pronuncie su nombre nuevamente, ahogada mi voz por voces ajenas, y ella me dijo:
"Sí, lo sé..."
Y sus ojos se llenaban de lágrimas.
"¿Estabas tú?" -Me preguntó
Un cabeceo mío como respuesta y una nueva oleada de gentes envolviéndonos, esta vez bulliciosas.... celebraban los reencuentros. Luego nos atronó el estrépito de la parafernalia que precedía la llegada de un general, y mi nombre fue pronunciado con solemnidad y la palabra "Héroe" acabó flotando en el ambiente, para mi más absoluta vergüenza.
"Estaba"
Logré decirle.
Y tu imagen me golpeó, como un derechazo imprevisto.
Ella y yo, frente a frente, y tu fantasma.
Los tres a solas.
Tú con tu muerte a cuestas, ella con su devoradora soledad, yo con la vanagloria de quien ha salvado ¿A quién? ¿Qué? ¿De quién?
De nuevo nos separaron los hombres del general.
Pequeña, indefensa, desolada... Ví su lucha ¿Irse? ¿Quedarse?
- ¿Su esposa? - Me preguntó el engalanado general al verla.
Negué.
- La viuda de uno de mis mejores hombres, además de un amigo personal. -Le dije y adiviné el gesto burlón que me harías si estuvieras y como imitarias los relamidos gestos del pez gordo haciéndome reir.
Él miró a nuestra Ada de reojo. Dudó sobre si debía decirle algo. Se decidió por fin. Caminó hacia ella.
"Lo siento" -Declaró con sencillez.Lo miró en silencio, asintió en silencio-"Sacrificios así son necesarios"
Uno de sus hombres se acercó a él, le susurró algo, le dijo que el muerto eras tú. El General cerró los ojos, cabeceó marcialmente y omitió toda la parte oficial. Se inclinó levemente a ella y le besó la mano.
"Lo siento" -Reiteró.
Ada no pudo impedirles a las lágrimas que surgieran. Dolor y rabia, un cóctel que sus ojos no estaban destinados a destilar.
El general se volvió a mí. Me citó para el día siguiente.Se alejó.
Yo la tomé del brazo. La aglomeración me agobiaba ya en demasia. Le sugerí:
"Salgamos"
Me dijo: "Sí por favor"
Oí una y otra vez mis pasos, los suyos que se acompasaban lentamente a mi pisar, y cada vez más lejano, el bullicio del que nos alejábamos...
Su coche...
Ella estaba tan nerviosa... Las llaves no aparecían y tuve que acabar yo, como tantas veces, buscándolas por su bolso.Sonreí con ellas en la mano.
Sonrió pero sólo como un eco devuelto de mi gesto, y abrió...
Una baharada de su perfume y los recuerdos me picotearon, como pájaros voraces...Ella suspiró, se abrochó el cinturón con ese gesto lánguido que siempre me ha desolocado y, al encender el coche, se puso en marcha, automáticamente, el cassete...
Tu cantabas, encerrada tu voz en la cinta magnética, como si sobrevivieras...
"Y estaré contigo
y te querré
porque al olvido
no doy cuartel"
"No lo quites" -Le supliqué.
Y asintió y adoptó esa expresión tan seria que pone cuando conduce...¿Sabes?
Siempre se ha negado lo que siente por mi, siempre ha mirado hacia otra parte, siempre me ha dado su amistad como un desinfectante.
- Decían que estabas herido... -Me dijo sin mirarme.
- Nada importante... algo de metralla, en el brazo.-Le contesté y añadí, como zanjando algo enojoso- Lo ultimo que Samuel dijo fue tu nombre...
¿Recuerdas? Con los labios resecos y el pecho destrozado...
Ella...
El coche abría en canal calles que poco a poco fui reconociendo. Cuando ella iba a torcer camino de mi casa le pedí:
- Déjame pasar la noche en tu casa... mañana he de volver a la ciudad... a mis padres ya les he llamado...
Y calló, como pensando.
La pista cuarta de la cinta había terminado con un "Para siempre serás mía"
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