24 marzo 2008

RELATO III: Encontré escenarios de colores y sentimientos en blanco y negro.


Dormitas, tendida en nuestra cama, rendida al cansancio, con una mueca de satisfacción curvándote los labios, esos labios, mis labios...

- ¿Ya has llegado?-Musitas con palabras que son más sueño que voz.

En mi garganta sólo hay una pregunta que prefiero no formular: qué pasó ayer, cuando David te trajo a casa.

- Decía que fue bien... el concierto...-Te comento encendiendo una luz que te hace contraer, como si te hiriera.- Un escenario de luces de colores... Al público le viste... Cuando te fuiste nos hicieron varias entrevistas... quizá haya un nuevo disco... en resumen, triunfamos.

- Eso lo vi. -Vuelves a susurrar, sin prestarme demasiada atención, entregada a tu sueño.

¿Sueñas con él?

Son las cinco y querría hacerte el amor hasta las seis, la cruel hora en que has de levantarte y entregarte a tus amantes oficiales: el hospital, el laboratorio, ese médico que dice que eres un valor potencial en el campo de la investigación. Pero en cambio me voy desnudando, camino de la ducha, y al fin te pregunto, subiendo la voz y fingiendo indiferencia

- ¿Qué tal tú con David?

- Bien... lo de siempre...

Y suena el agua...

Lo de siempre...

Abro más el grifo.

Afuera cantan los primeros pájaros...

Anoche era el momento perfecto, el justo error, la grieta por la que, como buen soldado, supo David que podía penetrar las murallas que silenciosamente yo edifico a tu alrededor.

"Ve tranquilo, Sam. Yo la acompaño a casa. Queda en buenas manos".

Cierro mis ojos, me enjabono, y veo los suyos. Oscuros, firmes...

No, David no me traicionaría...

Además, él me salvó la vida...

Si te quisiera...

Nadie podía exigirle que corriera aquel riesgo por mí, tan sin esperanzas, tan absurdo...

Y mientras pienso, oigo que te levantas y que vienes hasta el lavabo y otras dudas me asaltan
¿Te has duchado?
¿Qué sábanas había ayer en la cama?
¿Oleré el esperma de David cuando me acueste contigo?

¿O como buen militar habrá borrado con esmero sus rastros sobre tu cuerpo?

Noto tu proximidad, tu presencia.

- ¿Comerás conmigo? - Me preguntas

¡Qué natural suena tu voz!

- ¿Eso cuántas horas de sueño me concede? -Te re-pregunto.

- Cinco. -Contestas con agilidad.

- ¿Me quieres matar? - Pregunto oyendo pese al ruido del agua como cae tu camiseta al suelo y como tu cuerpo se prepara para invadir la ducha.

Y abro los ojos y ya estás delante, desvestida, dulce.

- Yo sólo he dormido dos... -Me dices y añades- ¡Qué guapo estás, mi amor, tan mojadito!

Y tus brazos rodean mi cuello.
Sí... lo hicisteis en la ducha... es como una visión que me asalta. Tienes muy limpio el pelo... Me pregunto si besaré sus labios al besar los tuyos, me pregunto si tu lengua habrá entrado en su boca, me pregunto si aquel cabello caído es suyo o mío, lástima que sean tan iguales... Me pregunto por que, cuando está distraído, él escribe sin cesar tu nombre...

- ¿Le invitaste a subir? - Te pregunto mientras te restregas contra mi cuerpo.- Estas ardiente...

- ¿Qué? - Me interrogas con despiste ¿Supuesto?

- Si le invitaste a subir a noche... A David, cuando te acompañó a casa...

- No... ¿Tenía que haberlo hecho?

- Es más discreto... si hacéis el amor en el portal pueden enterarse los vecinos... -Te espeto.

Y te apartas de mí, como si te diera asco.

Estas preciosa.
Desnuda, recubierta la piel de gotitas, como pequeños diamantes.
El deseo me recorre.

- ¿Te molestas? - Te pregunto.

- Sí. -Me respondes.

Y lo sé...
Sé que mi duda te escuece como alcohol en las heridas, porque si no lo has hecho ya, te entregarás a él.
Y hay un silencio, de esos que envuelven y molestan como la arena en ojos.

- Sé que le amas -Te susurro por fin- Esas cosas se saben...

Y tú sigues lejana, desnuda, salpicada, somnolienta...

- Eres tu quien me eres infiel y con chicas sin nombre, sin rostro, pedazos de carne que se enamoran de ti y reciben tu semen extasiadas... -Me reprochas con amargura

- Eso solo sucede en tus pesadillas, Ada... -Protesto- ¿O es que no sabes aún quien es mi amor, mi sangre, mi razón? ¿No lo sabes?

- ¡No! -Me gritas- ¡No lo sé! Por que tus hechos desmienten a tus labios.

Te tiembla la voz, y la barbilla, y la carne...
Luchas contra el llanto y yo solo quiero abrazarte, aunque hayas sido suya, aunque me desprecies...
Alargo la mano.
Te rodeo la cintura.
Te atraigo a mí.
Tiritas.

- ¡Ven!

Tengo el corazón deshecho de ternura, desmigado como los bizcochos de tu abuela.

- Perdóname, Ginebra... Perdóname... -Te suplico mientras mi pecho acalla tus sollozos- ¡Qué le vamos a hacer si también tú le amas!



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