23 marzo 2008

RELATO II: La luz luchaba por hacerse un hueco entre la humareda de aquel tugurio


La luz lucha por hacerse un hueco entre la humareda de aquel tugurio componiendo un claroscuro casi tenebroso al que yo no estoy acostumbrado, transportándome a otra noche, que me parece remota...
Soy consciente de que cometo una estupidez, un error... Los cien kilómetros recorridos han empezado en un impulso y estan terminando en una reflexión...
No estas aquí...
Aunque todo es sobrecojedoramente semejante a aquella noche primera...
Igual que entonces el ruido es una presencia ensordecedora que mezcla la música con los gritos de aquellos que aun acarician la vana idea de que pueden conversar...Igual que entonces la pista de baile esta llena... Igual que entonces, yo aturdido...
Aquella primera noche mis compañeros me arrastraban, emocionados por haber conseguido un permiso después de un mes de instrucción y, gracias a Sam, las invitaciones para el local de moda.
Sam...

Apenas franquear el primer nivel de mesas nos dispersamos: muchos acabaron en la pista, bailando con muchachas que les tomaron al asalto, atraídas por la carne fresca y las caras nuevas como los pequeños insectos por la luz.
Pero en cambio Sam y yo nos fuimos abriendo paso hasta la mesa en la que tú nos esperabas, estudiando concentradísima en medio de aquel tremendo disparate, cercana al escenario en el que un cuarteto desgranaba canciones de Tom Waits. Excelente, decias tú, el swing del batería...
Así te conocí.
Sam se adelantó hasta tí, desbordante de gozo. Tú te levantaste dejando caer el boligrafo sobre la mesa. Vestías de negro, sencilla y elegante. Os abrazasteis con la sed de dos amantes que al fin se reencuentran.
- ¡Mi vida...! -Exclamaba Samuel, con la voz empañada de ansiedades.
Y te saboreaba... Te saboreó un buen rato entre sus brazos, mientras yo aguardaba paciente el momento de ser presentado:

- Ada, este campesino tosco es David, mi compañero... mi amigo...
Y tú me sonreiste y el hoyuelo que marcó tu mejilla me atravesó como un proyectil. Y me ofreciste una mano larga, de nerviosos e interminbles dedos y uñas de tigresa que solo te molestabas en recortar cuando tenías práticas.
Y no pude ya dejar de mirarte...

- Estudia medicina -Me explicaba Sam orgulloso- y lo hace siempre aquí, mientras tocamos... ¡Y saca sobresalientes!
Y te volvió a besar...
Nos sentamos...


Era justo allí.
Pero hoy no hay ya escenario. Sólo una mesa de mezclas y un DJ... el local ha cambiado de amos, los músicos de vida, Sam... bueno, ya sabes y tú...
Ahora en vuestra mesa hay otra pareja. Se comen a besos... No tardarán en irse: al lavabo, al coche, que sé yo...
¡Cómo te añoro!
Trato de dibujar tus rasgos en la cara de la muchacha, de volverte a contemplar cuando hablabas con Sam en ese código de silencios y dobles sentidos que tienen los amantes.
No podía dejar de mirarte: Eras puro nervio, vida, latido, agitación.
Quizá promesa...
Porque cuando me miraste para algo tan banal como preguntarme qué iba a tomar...

Ada dime: ¿Quién podria resistir aquella tarde tus ojos de miel y de fuego? ¿Quién rechazar un terciopelo que oculta metales, un estilete que penetra y arranca?

Y tu voz...

Tu voz era puro hechizo, era caricia y brisa...
Caminaste hacia la barra: y tus movimientos, tus gestos conjuraban mis pasiones más ocultas...
El saxofonista del grupo se acercó a la mesa. Sam le saludó, efusivo, y el le invitó a tocar la pieza siguiente, por arte de magia apareció una guitarra.
Te miró, trayendo la bandeja con las bebidas, te hizo un gesto... Tu le sonreiste, hiciste una mueca afirmativa y él esbozó aquella sonrisa de niño travieso que sólo he visto en su rostro.
Y yo...
y yo te saqué a bailar...

No aguanto más aquí... la calor, el ruido, el humo...

Sam rasgueaba, empezó a cantar, una balada, compuesta para tí... yo sabía cómo, cuando...
En aquel momento, cuando te tuve entre mis brazos, tan chiquitita, tan viva, tan material... En aquel momento, Ada, comprendí, como si algún Dios me lo revelase, que te quería.

Ahora Sam ya no está, ahora tú te has disipado en la entrañas de esta ciudad que siempre me ha asustado, ahora el humo ahoga una luz demasiado tenue...
¿Dónde estás Ada?
¿Es que no sabes que te necesito?

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