La Meca era un crisol de ideas y culturas, el centro comercial y religioso más importante de la Península Arabiga. Allí fluía el dinero y florecía el politeísmo. La religión tradicional continuaba siendo en Arabia una forma de paganismo que adoraba a grupos de dioses tribales que convivian con un dios superior (en árabe: Aláh) trascendente y sin imagen. Estas corrientes han dejado su impronta en el Islam. Se celebraban cultos de fecundidad, a los que estaba vinculado el pozo de Zamzam. Podemos rastrear rastros de hermetismo, zurvanismo de culto al tiempo, animismo y totemismo. Había figuras mediadoras, diosas helenísticas, ángeles iranios, "yinn" y espíritus intermedios. Y aunque aspectos como la influencia de los astros protagonizada por Athar, un dios-rey estelar, o la influencia dela luna o el sol fueron abatidos por el Corán, hay tradiciones y cultos que pasaron a conformar la nueva religión. La "marwa", una piedra blanca sita en en Tabala, al sur de La Meca, y principal rival de la piedra negra, fue islamizada con una mezquita. También pervive el culto a animales, como la camella del profeta Salíh y las peregrinaciones y sacrificios en diversos lugares y tiempos.
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