Miré a mi padre con la expresión de un perro apaleado.
Él se acarició la barba, con aquel gesto tuyo del que Tu siempre te burlabas.
- Ya sabes donde buscarla, ¿No?- Me preguntó.
Yo asentí y alargué la mano para ofrecerle una lata de cerveza. El la tomó y tiró de la argolla como si en vez de abrir una cerveza fuera a arrojar una granada de mano. Sorbió un largo y reflexivo trago.
- Tampoco estabais casados - Dijo limpiándose la barba con el dorso de la mano.- Ni es mujer para ti.-Sentenció.
Y tomó la nota:
"Desde lo más profundo del infierno, surgió una llamarada de amor"
Y allí donde creí que habría una elegía sobre las virtudes de mamá de las que Tu, evidentemente, carecías, hubo un silencio.
- Aunque esa mujer te quiere - Comentó agitando el papelito- Por eso te deja.
- He oido cosas bastante más lógicas... -Le comenté.
Tenía Tu imagen ante mí, Tu sonrisa, la fragilidad de Tus gestos, Tu voz... y no entendía porqué no estaba llorando, pero ni siquiera una nota de angustia me ensuciaba la claridad de la voz.
- ¡Síguela! -Dijo mi padre secamente para después tomar un trago de cerveza, como si pretendiera disolver en su lúpulo la palabra pronunciada- Habéis sufrido juntos lo suficiente como para que ese dolor os una...
Y yo miré la nota, aun en las manos de mi padre, Distinguí Tu caligrafía preciosista, la perfecta rectitud de los dos renglones, la emoción contenida en cada letra.
- No.
Respondí secamente.
La vecina de al lado, tendiendo ropa, desafinaba la canción de aquel verano:
Mi corazón zon zon zon zon
es un imán man man man man
que aguanta en la nevera de mi vida
una nota que dice: ou yeeeeeeeeee!!!
Desde lo más profundo
del infierno,
me consumió
una llamarada
de orgullo oooo oooo oooo!!!!
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