Ya no tienes 11 años Adrià.
Es un hecho consumado.
Me gustaría decierte que te estás haciendo mayor, que a medida que crezcas podrás hacer más cosas y que todo serÁ en tu vida un ir más allá cómoda y rápidamente...
Pero no nos vamos a engañar
Nos queremos demasiado para eso...
Así que más bien voy a decirte que hagas catedrales cuando te toque cargar con las piedras de aqui para allí (¡Vaaaleee! ¡Otra vez el cuento no!) y que vivas cada momento como si fuera el último.
Pregúnatle a Barak por cosas de la kabalah, que será más exacto, pero a mi me parece Adriano que el once es un número que está bien.
No es decena ni docena, sino el justo más allá del sistema decimal y el justo más acá de la docena (ya sabes, las tribus de Israel, los apóstoles, los huevos...).
Para colmo es impar, siempre hay algo sobrero, al margen, rebelde y tendente a los tríos...
Además es un elemento de unión entre tu y yo.
Por la mañana, tu abuelo me hizo madrugar, me puso un vestido que me "quedaba bien" aunque era demasiado ligero para un tiempo cada vez más invernal, me cargó con un ramo inmenso de crisantemos y me llevó al cementerio a rezar ante la tumba de mi madre, que hacía pocos meses que se había muerto.
Recuerdo el sueño en los ojos, como una arena molesta, la radio escupiendo noticias, las ventanillas de coche empañadas... Aquel año no se acordó de felicitarme, ni de comprarme un regalo
¡Mira que es fortuna nacer el 1 de noviembre, con tanto santo, difunto y mártir por ahí suelto!
Yo estaba triste y tenía frío.
El cielo estaba gris, arisco, lejano.
La radio empezó a llenar con la palabrería de un debate un silencio que cada vez era más destructor, como la nada en "La Historia Interminable".
Y de pronto, en medio de aquella soledad abrumadora, tu padre como si dijera que iba a llover o que uno de los de la radio no tenía razón, soltó a bocajarro:
- Cris espera un niño... Un hijo mío...
Así entraste en mi vida, en mi primer cumpleaños sin mamá, a mis once años...
Yo era como eres tú ...
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