19 febrero 2008

YA NO TIENES ONCE AÑOS...

Ya no tienes 11 años Adrià.
Es un hecho consumado.

Me gustaría decierte que te estás haciendo mayor, que a medida que crezcas podrás hacer más cosas y que todo serÁ en tu vida un ir más allá cómoda y rápidamente...

Sería bonito hablarte del horizonte, de las mariposas y de que ya no te asustarán los velociraptores...

Pero no nos vamos a engañar

¿verdad?
Nos queremos demasiado para eso...

Así que más bien voy a decirte que hagas catedrales cuando te toque cargar con las piedras de aqui para allí (¡Vaaaleee! ¡Otra vez el cuento no!) y que vivas cada momento como si fuera el último.

Se todo lo apasionado que puedas, todo lo intenso, todo lo sabio.

Nadie puede ser feliz con un día a día anodino, alienandose con un futuro que siempre acabará siendo presente.

Lo importante quizá no es el camino sino cada uno de los pasos.

Pregúnatle a Barak por cosas de la kabalah, que será más exacto, pero a mi me parece Adriano que el once es un número que está bien.
No es decena ni docena, sino el justo más allá del sistema decimal y el justo más acá de la docena (ya sabes, las tribus de Israel, los apóstoles, los huevos...).
Para colmo es impar, siempre hay algo sobrero, al margen, rebelde y tendente a los tríos...
Además es un elemento de unión entre tu y yo.

Te diré como fue mi onceavo cumpleaños:
Por la mañana, tu abuelo me hizo madrugar, me puso un vestido que me "quedaba bien" aunque era demasiado ligero para un tiempo cada vez más invernal, me cargó con un ramo inmenso de crisantemos y me llevó al cementerio a rezar ante la tumba de mi madre, que hacía pocos meses que se había muerto.


Tu papi también venía.

Recuerdo el sueño en los ojos, como una arena molesta, la radio escupiendo noticias, las ventanillas de coche empañadas... Aquel año no se acordó de felicitarme, ni de comprarme un regalo
¡Mira que es fortuna nacer el 1 de noviembre, con tanto santo, difunto y mártir por ahí suelto!

El caso es que dejamos las flores, papá sacó el polvo con un trapo, se quejó por no sé qué defecto de la lápida, hasta que cuando consideró que la visita familiar era suficiente y nos llevó otra vez de vuelta al coche.
Yo estaba triste y tenía frío.

Las lágrimas habían sustituido al sueño y para no llorar, pegué mi nariz al cristal, mirando las caras de los que viajaban en otros coches, tratando de averiguar por sus expresiones si eran felices o no.
El cielo estaba gris, arisco, lejano.
La radio empezó a llenar con la palabrería de un debate un silencio que cada vez era más destructor, como la nada en "La Historia Interminable".
Y de pronto, en medio de aquella soledad abrumadora, tu padre como si dijera que iba a llover o que uno de los de la radio no tenía razón, soltó a bocajarro:

- Cris espera un niño... Un hijo mío...

Así entraste en mi vida, en mi primer cumpleaños sin mamá, a mis once años...
Yo era como eres tú ...

Pero no te pongas triste: no es verdad que aquel día me quedara sin fiesta y sin regalo...


Al revés: tu has sido, bicho, elemento, come-mocos, cronopio, el mejor de los regalos que me han hecho nunca.

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