Cuando hay bocinazos, banderas blaugrana al vuelo, petardos, cerveza y olivitas de esas negras de aragón (Si, de esas arrugadas que pintan mal y saben bien) y aunque grite GOOOOOOOL como un poseso.
Y no es soledad, sino nostalgia.
Pero papá no está, y su ausencia es un silencio molesto, un severo reproche.
Tal vez, querido Iago, sea el desarraigo el precio de la libertad, o tal vez es que las familias, tarde o temprano, se disgregan ...
Y sí: es duro ver como ya nada sigue igual, como la vida empuja hacia adelante y cómo de aquella infancia, buena o mala, sólo nos queda el recuerdo , frágil hilo que el menor mal puede cortar como una tijera...
¿Adrià nos añorará a nosotros quince años más tarde?
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