Fue agotador.
Papá no nos dejaba hablar en aquellos viajes a la nada y silenciosos, sentados como equipajes molestos con los que había que cargar, escuchábamos sus interminables letanías sobre la calidad de la madera, la textura del cuero y el precio final del producto.
Hasta mamá estaba aburrida.
Finalmente ,una tarde lluviosa de invierno, cerraron el trato con un vendedor de muebles y días después el viejo sofá de cuadraditos escoceses paso a mejor vida, para ser reemplazado por el lujoso tresillo de cuero negro.
Y ahí empezó la esclavitud:
"No te subas con los zapatos, lávate las manos antes de sentarte, no comas ahí, ni se te ocurra usar rotuladores cerca... "
La desnudez del sofá duró dos días. Al tercero fue cubierto con una manta vieja, él decía que como funda, a mi me pareció siempre mortaja.
Por que el sofá falleció.
Antes de vivir.
Por que parecía que solo sentarse en él era una ofensa, peor, un sacrilegio. Y por supuesto, cualquier juego, bien lejos.
Y solo mi padre, y usando siempre la manta como condón, se recostó en él.
Ayer tarde he vuelto a casa, a llevar un encargo.
El viejo sofá,aun nuevo ,seguia custodiando su pared, tapado con otra manta, siempre usada, para preservar su belleza.
Papá seguía con su predicación:
"No te subas con los zapatos, lávate las manos antes de sentarte, no comas ahí, ni se te ocurra usar rotuladores cerca..."
Jamás me había sentido, hasta ahora, tan cercana a mis hermanos pequeños.
Jamás había agradecido tanto la existencia de IKEA
1 comentario:
Es curioso como intentando proteger las cosas, lo único que hacemos es privarlas de sus funciones en la vida. Escondemos la belleza para que no sea dañada y creemos que hacemos un favor.
Lo peor de todo es que se dan más casos en personas que en objetos.
Me encanta tu blog!!!! Felicidades!!
Un abrazo ;)
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