¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?

En estos tiempos que corren es vital estar informados y desmontar las falsedades y el desconocimiento con datos. La publicidad y los mitos, sembrados en la ignorancia, crecen frondosos, y aunque refrescar la memoria con datos históricos parezca arduo, es imprescindible.

Cuando hablamos de "Palestina", por ejemplo, deberíamos precisar de qué hablamos.

La palabra «Palestina» tiene su origen en los filisteos (o pilistinos), un pueblo procedente del Egeo que, en el siglo XII antes de Cristo, se estableció a lo largo de la planicie costera mediterránea, zona que hoy conocemos como Israel y la Franja de Gaza. El término fue acuñado en el siglo II d.C, cuando Adriano aplastó la última revuelta judía. Era un intento de disminuir la identificación judía con la tierra de Israel.

La palabra árabe «filastin» se deriva de este nombre latino.

Sobre qué sucedió con esta población filistea, no se sabe. Como tantos otros pueblos desaparecieron, se fundieron con otros grupos humanos y no queda nada de idioma, costumbres o cultura comunes que los puedan identificar (como sería el caso de las naciones celtas).

Por su parte los hebreos entraron en la tierra de Israel alrededor del 1300 a.C y vivieron bajo una confederación tribal que derivó en monarquía con Saúl. El segundo rey, David, estableció Jerusalén como capital alrededor del año 1000 A.E.C., y el hijo de David, Salomón, construyó el templo poco después y consolidó las funciones militares, administrativas y religiosas del reino. Recordemos que a la muerte de este rey, la nación se dividió en dos: el reino del norte (Israel), que duró hasta el 722 a.C y cayó en manos de los asirios y el reino del sur (Judá), que sobrevivió hasta la conquista babilónica ( 586a C). El pueblo judío disfrutó posteriormente de breves períodos de soberanía, antes de que la mayoría de los judíos fueran finalmente expulsados de su patria en el 135 dC. En el exilio se mantuvieron como colectivo diferenciado de otros grupos humanos, con una cultura común y lenguas propias

Aunque tras las invasiones árabes del siglo VII d.C el árabe se fue convirtiendo en el idioma de la mayor parte de la población, Palestina no fue nunca un país independiente.

De hecho, antes de la partición, los árabes palestinos no se veían a sí mismos como un pueblo con identidad propia. Por ejemplo:

1) En 1919, cuando el Primer Congreso de Asociaciones Musulmano-Cristianas se reunió en Jerusalén para elegir representantes de Palestina a la Conferencia de Paz de París, se adoptó la siguiente resolución: Consideramos Palestina como parte de la Siria árabe, ya que nunca se ha separado de ella en ninguna época. Estamos conectados con ella por vínculos nacionales, religiosos, lingüísticos, naturales, económicos y geográficos.
2) En 1937, un líder árabe local, Auni Bey Abdul-Hadi, le dijo a la Comisión Peel, la que finalmente recomendó la partición de Palestina: «¡no existe tal país [como Palestina]! ¡“Palestina” es un término que inventaron los sionistas! No hay ninguna Palestina en la Biblia. Nuestro país fue durante siglos parte de Siria».
3) Mayo de 1947: El representante del Supremo Comité Árabe ante las Naciones Unidas presentó una declaración a la Asamblea General en mayo de 1947 que decía que «Palestina era parte de la Provincia de Siria» y que «políticamente, los árabes de Palestina nunca fueron independientes en el sentido de formar una entidad política separada».

4) Pocos años después, Ahmed el-Shuqeiri, más tarde presidente de la OLP, dijo en el Consejo de Seguridad: «es de general conocimiento que Palestina no es nada más que el sur de Siria».
El nacionalismo árabe palestino es en gran medida un fenómeno posterior a la primera guerra mundial que no se convirtió en un movimiento político importante hasta después de la Guerra de los Seis Días, en 1967, y de que Israel tomara Cisjordania.