01 mayo 2008

YOM HASHOA

Ke este lugar, ande los nazis eksterminaron un milyon i medyo de ombres, de mujeres i de kriaturas,la mas parte djudyos de varyos payizes de la Europa, sea para syempre,

para la umanidad,un grito de dezespero i unas sinyales.


Un monstruo llamado Mengele Audaz científico, puso su saber al servicio de la barbarie. Hizo de Auschwitz algo aún peor que un campo de exterminio. Su especialidad, la experimentación con gemelos: los castraba, les arrancaba los ojos...
Héroe de guerra condecorado, científico audaz, erudito antropólogo sin duda, Josef Mengele contaba con títulos suficientes como para ser objeto del respeto de una sociedad avanzada. Sin embargo, su vida dio un vuelco cuando abrazó el nacionalsocialismo alemán y se dedicó por entero a la realización de experimentos que aseguraran la pureza de la raza. A partir de ese momento, un hombre joven y brillante inició el camino para transformarse en uno de los individuos más siniestros del siglo XX.
Sin duda, fue un hombre de su tiempo. En 1895 un cuarto de siglo antes del nacimiento de Mengele, un conocido texto de medicina alemán ya reclamaba lo que eufemísticamente denominaba «el derecho a la muerte». En 1920 se había dado un paso más allá y se discutía el derecho y la obligación estatal de eliminar la vida sin valor. Se había iniciado una discusión médicopolítica que, como señalan G. L. Posner y J. Ware, persiste hoy en las aulas de la Universidad de Princeton cuando se afirma que los padres deberían tener el derecho a aplicar la eutanasia a los hijos nacidos con malformaciones. Lo que resulta cierto es que a esas alturas del siglo XX muy pocos pensaban que estaban transitando un resbaladizo terreno moral. Por el contrario, estaban seguros de estar sirviendo a la Humanidad. El propio Josef Mengele no era una excepción. Durante la adolescencia, había abandonado el catolicismo, la religión de sus padres, para entregarse a una corriente de activismo solidario que le llevó a afiliarse a los voluntarios de la Cruz Roja y a otras ONG de corte humanitario. Deseaba servir a sus semejantes y eso le llevó a matricularse en la facultad de Medicina y a cursar estudios complementarios en antropología. Como muchos jóvenes, ansiaba encontrar un esquema ideológico que le permitiera encajar el raudal de datos que llegaban hasta su corazón y su mente. Lo encontró en el nacionalsocialismo de Hitler no sólo porque era rabiosamente nacionalista sino, sobre todo, porque pretendía dar una explicación científica a la lucha entre naciones y, especialmente, entre razas. Hitler había sacado las consecuencias en apariencia pertinentes de la teoría de la evolución de Darwin e incluso había llegado a la conclusión muy en boga en el periodo de entreguerras favorable a modelar genéticamente a los ciudadanos de una nación. A Mengele aquella amalgama le entusiasmó y decidió dedicarle su existencia. Casado en 1938, no dudó en presentarse voluntario al estallar la Segunda Guerra Mundial, e hizo todo lo posible por lograr su admisión en las SS, la unidad de elite nacionalsocialista que había logrado desplazar a las primitivas SA. En junio de 1941, Mengele se hallaba sirviendo en Ucrania encargado ya de tareas relacionadas con el exterminio de los no arios.Debió de demostrar una especial competencia porque no tardaron en condecorarle con la cruz de hierro de segunda clase. Apenas unos meses después, ya en 1942, mientras combatía con la División Viking de las SS, le otorgaron la cruz de hierro de primera. EXTERMINIO RÁPIDO A finales de 1941 las altas jerarquías nazis tomaron la decisión de convertir Auschwitz, hasta ese momento un campo secundario, en un centro de exterminio diferente. En él se combinarían el trabajo esclavo propio de campos como Mauthausen o Dachau, copiados del modelo soviético, con el exterminio rápido y directo de los campos de la denominada Operación Reinhard como Treblinka o Sobibor.Así, mientras empresas como la Farben se lucraban con el sudor de los deportados, se proseguirían las matanzas de judíos que, a juicio de los nazis, no se sucedían con la amplitud y rapidez suficientes. Antes de iniciarse la guerra, Hitler había intentado poner en funcionamiento un programa de eutanasia que no pudo llevar a cabo por las protestas denodadas de las iglesias católica y evangélica.Se archivó el plan a la espera de tiempos mejores. Ese momento había llegado. Auschwitz iba a convertirse en el laboratorio de experimentos genéticos que permitieran mejorar la raza. Para llevar a cabo esta sofisticada tarea se precisaban hombres con conocimientos científicos y cuando uno de sus antiguos profesores propuso a Mengele como colaborador la idea fue aceptada sin problemas. Desde mayo de 1943 a enero de 1945, el doctor Mengele desarrolló en Auschwitz una labor que alcanzó una de las más repugnantes cimas de la barbarie humana. Si jamás mostró malestar, si podía silbar música de Puccini mientras experimentaba con seres humanos, si era capaz de ordenar la muerte de millares de personas sin sufrir un simple escalofrío se debió al hecho de que estaba convencido de que su labor era buena para el desarrollo científico de la raza. A fin de cuentas, estaba sentando las bases de una ingeniería genética de la que, según lo veía él, sólo se podían esperar beneficios. Su especialidad fueron los experimentos con gemelos. No le cabía duda alguna de que aquellos seres tan similares ofrecían un campo de observación privilegiado para analizar cómo se podían reproducir determinadas cualidades o defectos corporales. Los gemelos eran asignados primero al barracón 14 del campo F de Birkenau un barracón conocido como «el Zoo» y luego eran destinados al hospital B2F del campo de Auschwitz. Así, más de 250 parejas de gemelos, en su mayoría niños, fueron sometidas a sesiones en las que se les ataba con correas a frías mesas de mármol y a continuación se procedía, generalmente sin anestesia, a manipularles la columna vertebral y a inyectarles o extirparles los ojos o los órganos internos. No resulta extraño que, por ejemplo, pudiera coser por la espalda y las muñecas a dos gemelos y a continuación lavarse las manos con jabón perfumado mientras silbaba una melodía alegre o seleccionar día tras día a los presos que llegaban a Auschwitz indicando los que debían ser enviados directamente a las cámaras de gas.No se limitó a estas labores su trabajo. Interesado en la manera de lograr que las razas inferiores controlaran su natalidad, realizó pruebas de esterilización. Su preferida fue la utilización de rayos X, un método con el que castró a una media de 90 parejas al día. Todo lo realizó con la meticulosidad de un funcionario responsable. Por ejemplo, cuando se declaró en Auschwitz una epidemia de tifus optó por detenerla eliminando a los posibles portadores de la enfermedad y el 25 de mayo de 1943 envió a las cámaras de gas a 507 gitanos y 528 gitanas.En otra ocasión hizo quemar vivos a 300 niños al aire libre. Durante el verano de 1944, en Auschwitz se gaseaban 9.000 judíos al día en un esfuerzo por acelerar el exterminio. En paralelo, su colección de ojos humanos clavados en la pared aumentaba, y el número de métodos utilizados para arrancar la vida a los reclusos. Aunque estaba orgulloso de su labor, Mengele procuró mantener un silencio sepulcral sobre ella. Antisemita furioso un judío le habría quitado una novia durante la época de la universidad no parece, sin embargo, que dejara que se transparentaran señales de satisfacción o regodeo por la matanza que estaba llevando a cabo. Con todo, su esposa Irene debió percibir algo en el curso de una de las ocasiones en las que se encontraron durante la guerra porque solicitó el divorcio convencida de que su marido estaba llevando a cabo actividades claramente inconfesables.Él se casó entonces con su cuñada Martha, viuda de su hermano Karl, en un intento de salvaguardar la herencia familiar. En enero del 45, Mengele se vio obligado a dejar Auschwitz ante el avance soviético. Para esa fecha en torno a un millón de personas habían encontrado la muerte en el campo a causa de las cámaras de gas, el hambre, el trabajo extenuante, las enfermedades... FUE DETENIDO Hacía ya meses que Mengele figuraba en la lista de criminales de guerra que los Aliados deseaban juzgar y ejecutar. Incluso fue apresado por una unidad norteamericana, pero el desbarajuste de la posguerra era tan acusado y la posibilidad de utilizar una identidad falsa tan obvia, que logró salir del centro de detención. Lo primero que hizo fue regresar a la zona soviética y recoger todos sus papeles relacionados con los experimentos humanos.Durante algunos años permaneció en Alemania con nombre supuesto.Cuando el servicio secreto israelí capturó a Adolf Eichmann y lo condujo a Jerusalén para ser juzgado, resultó obvio que la operación se repetiría con Mengele. Pero no hubo oportunidad porque sus perseguidores sólo tenían una foto que no era suya y que los despistó durante años. En las décadas siguientes, sólo vería en dos ocasiones a su hijo Rolf. La primera tuvo lugar en los años 50 en Suiza, y entonces se dijo al niño que el hombre que estaba ante él era su «tío Fritz». La segunda fue en Brasil, en 1977, y estuvo motivada por un deseo de Rolf por comprender a su padre. No lo consiguió y la cita estuvo envuelta en la frialdad (el escritor alemán Peter Schneider narró esa historia, que ha sido llevada al cine en Papa Rue Alguem 5555, con Charlton Heston como Mengele padre). Hasta llegar a ese punto, el nazi había recorrido medio mundo.Tras Suiza, vino Uruguay (donde contrajo matrimonio en 1958) y luego Paraguay, desde donde pasó a Brasil en la década de los 70. Sus últimos años fueron difíciles y siniestros. Mientras Ira Levin lo convertía en protagonista de una novela (Los niños del Brasil, que sería llevada al cine con Gregory Peck en el papel del médico), Mengele seguía sin dar la menor señal de arrepentimiento. Sin compañía, concibió en los últimos tiempos un enamoramiento dirigido hacia su anciana criada. La mujer rechazó al taciturno personaje y él se hundió en una depresión que, prácticamente, llegó hasta el final de su existencia. El 6 de junio de 1985, tras abrirse su tumba en Sao Paulo, pudo darse por concluida su persecución. Sin embargo, nadie se hubiera atrevido a afirmar que, finalmente, se había hecho justicia.
CÉSAR VIDAL en EL MUNDO

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